La idea para escribir este artículo surge un día cualquiera, en un lugar cualquiera; el secreto está en captar lo extraordinario que ocurre a cada momento.
Hay tramos mágicos de tiempo que merecen ser recordados, de hecho me gusta pensar que cada momento tiene su brillo único que merecería ser honrado. En todo caso, un buen motivo para escribir son esas situaciones en que somos total y felizmente conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor. Y es que, mirando con los ojos adecuados, de pronto surge la magia.
La situación en cuestión se desarrolló hace unos días mientras me encontraba esperando a mi madre: llegaba en tren a la ciudad y, dado que la primavera proporcionaba un ambiente agradable decidí, contrariamente a lo habitual, esperar fuera del coche. Me hallaba pues, frente a la puerta de salida de la bellamente discreta estación de tren, y de pronto, empecé a fijarme.
Estaba teniendo lugar una inagotable sinfonía de idas y venidas, a veces con pausa entre notas, otras con ritmo más acelerado: había notas en tensión, como yo, esperando vibrar con la llegada de sus seres queridos, mientras que otras ya buscaban relajar el tono alcanzado el final del largo viaje, y en el momento del encuentro, se produce el desenlace de la melodía escenificado con risas, abrazos y alegría sincera que en ocasiones no se sabe o se atreve a demostrar, pero que está ahí, de una forma tan evidente que quizás realmente no sea necesario nada más.
Un grupo de amigas que se avanzan hacía la salida sonrientes. Unas turistas que se fotografían, después de un buen rato hasta lograr el encuadre adecuado para el selfie, con el nombre de ciudad y estación de fondo. Un hijo que recibe a su padre, mostrándole afecto de la forma más varonil posible, una madre que no encontraba a su familia, estacionada a escasos metros, mientras sus miembros gesticulan divertidos.
Todas las situaciones posibles se desarrollaban ante mí, con el denominador común de que todo el mundo recibía y era recibido con felicidad, con cariño. Uno podía recargarse de buenas emociones flotando en el ambiente simplemente contemplando las escenas que se repetían.
Al poco tiempo llego mi madre y la recibí quizás con más muestras de cariño que habitualmente…
Ricardo A. Kleine Samson says
Lindo relato