Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquiles;
cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos
y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes,
a quienes hizo presa de perros y pasto de aves
— cumplíase la voluntad de Zeus —
desde que se separaron disputando
el Átrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
Así comienza la célebre e inmortal Ilíada, poema épico griego atribuido a Homero, con el que han alimentado su espíritu, a través de los valores y la emoción que destila, grandes personajes de la historia y que aún hoy resuena con un eco de sabiduría antigua en los oídos de quién lo escucha. La Ilíada resume el mundo antiguo.
Hablar de La Iliada supone hacerlo de un mundo que se pierde en las brumas de la historia y que, debido a su antigüedad, presenta muchos aspectos sembrados de dudas, empezando por:
¿QUIÉN FUÉ HOMERO?
La figura de Homero está envuelta en el misterio, casi nada se sabe de su biografía y aunque en diversas épocas se ha tenido por cierta su existencia, situando la vida del bardo en alguna zona de Asia Menor a lo largo del s. VIII a. C., hay cierta postura entre los estudiosos que polemiza con ésta, afirmando que Homero no es un nombre propio sino una definición abstracta que designa a un conjunto de poetas y cantores griegos (aedos) que contribuyeron a crear el sedimento cultural, la identidad, de lo griego. Sería pues un nombre colectivo que engloba el genio y la creatividad del pueblo heleno despertando a su conciencia colectiva.
EL GRAN VIAJE DE LA ILIADA
Otro foco de incertidumbre respecto al mensaje original de La Ilíada está en los propios avatares de la titánica obra, la cual se gestó durante siglos, mutando, enriqueciéndose y diversificándose en forma de diversos relatos relacionados transmitidos por tradición oral que recorrían la Hélade; así era como los griegos llamaban a su universo cultural, ya que el político no iba más allá de las murallas de cada ciudad.
El genial proceso creativo de la obra en un cuerpo único se supone que tuvo lugar a finales del s. VIII a. C., aunque la tradición sostiene que fue el tirano Pisístrato de Atenas el primero que compiló por escrito la obra homérica a mediados del siglo VI a. C., ningún manuscrito de esa época ha sobrevivido.
Los fragmentos escritos más antiguos encontrados, se remontan al reino helenístico establecido en Egipto, alrededor del 200 a. C.
Y llegamos por fin a los tomos completos más remotos de los que se tiene noticia, los cuáles se localizaron en la biblioteca del Dogo de Venecia en el siglo XVIII procedentes de Bizancio, habiéndose datado su composición en los siglos X-XI, por lo tanto cientos de años después de que los poemas fueran escritos por primera vez.
El largo viaje de La Ilíada desde su primera plasmación al mundo contemporáneo estuvo, pues, repleto de recomposiciones, enriquecimientos y pérdidas. Como en cualquier periplo, el viajante que parte no es el mismo que llega a puerto.
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE la ilíada?
La trascendencia de la obra radica en su carácter de piedra clave, de cimiento de la literatura occidental. Durante generaciones se usó como texto básico para la educación de los niños en la Hélade y su sombra imponente ha condicionado toda la cultura posterior. Además, se escribió en un tiempo donde el mundo estaba aún por hoyar en muchos aspectos, y las gentes más cercanas a la divinidad, a la naturaleza y a la muerte. Escuchemos su mensaje…
LA POESÍA ÉPICA: UNA FORMA DE CONOCIMIENTO
La épica es una aproximación literaria que sirve para calmar esa eterna ansia del hombre de conectar el pasado y el presente, de conocimiento y recuerdo, de búsqueda de significado en lo ya vivido.
Es una forma intermedia de conexión con los hechos, entre la pura imaginación y la historia, que busca emocionar en el presente, mediante relatos de un pasado que ha forjado la identidad de cierto pueblo.
En esta forma de expresión literaria subyace un intento de no olvidar el tiempo primigenio de la humanidad en el que héroes y dioses compartían este mundo y todo estaba tocado por lo sagrado. El eterno retorno que concretó el historiador de las religiones Mircea Elíade.
FRAGMENTOS DE VERDAD HISTÓRICA
La Iliada no es historia, pero contiene historia en forma de un conglomerado disperso donde los siglos y las vivencias se superponen en capas: formas de lucha de los pretéritos reinos micénicos, con el predominio de las luchas singulares entre una aristocracia a caballo, aparecen codo a codo con el naciente combate cerrado de la infantería en falange. Anacronismos lingüísticos, herencias y prestamos, centurias de leyendas y recuerdos planean sobre sus páginas.
El relato nos habla de un pasado mítico, el de las ciudades-reino micénicas anteriores a la gran catástrofe del siglo XII a. C., y de la conciencia de pertenencia a una comunidad que se une contra el enemigo, ya calificado como diferente, como no griego: la herida entre oriente y occidente comenzaba abrirse en Troya (Ilíon).
Como en diversas ocasiones a lo largo de la historia, era el occidente de hierro el que atacaba y saqueaba las riquezas de un rico y civilizado oriente. Según escribirían los romanos: Ex oriente lux, ex occidente dux (la luz viene de oriente, la fuerza de occidente).
Paradójicamente La Ilíada honra a un pueblo cruel y vengativo frente a la moderación y civilización de los asiáticos. Narra pues el drama de una ciudad vigorosa y próspera tratando desesperadamente de librarse de una banda de sanguinarios merodeadores entre los que impera tan sólo la veneración del propio honor y la capacidad guerrera.
Durante siglos se creyó que la supuesta verdad histórica estaba muy diluida, apenas alguna certeza indistinguible tras el paso de los siglos, las reinterpretaciones y el olvido. No obstante, a finales del XIX otro personaje de leyenda, Heinrich Schliemann, alimentado por su fe incombustible en la verdad que escondían los relatos homéricos, consiguió localizar la ciudad perdida de Troya: artículo en National Geographic.
UNA FOTO DE TRES MIL AÑOS
La obra nos permite conocer cómo era la vida en Grecia hace casi treinta siglos, cuando se realizaban sacrificios de forma habitual, se respetaba a los ancianos (y a los cadáveres de los enemigos) y se honraba a dioses que tenían una presencia constante en los avatares humanos.
El relato rebosa de aventuras, pasiones, humanidad pero, sobre todo, de violencia y guerra. Es también una primera descripción de eso que luego se denominará la forma occidental de hacer la guerra, cimentada en la disciplina, la superioridad técnica y en la aniquilación despiadada y total del enemigo.
Sus páginas hablan de un tiempo brutal e incierto donde los seres humanos lo máximo a lo que podían aspirar era a seguir sus ideales y valores, con la esperanza de que el destino, el cosmos, los dioses en definitiva, les fuesen propicios en el camino, pero siempre conscientes de la naturaleza precaria y dramática de su existencia.
Los valores que ensalza guiaron a las aristocracias reinantes en las polis griegas; heroísmo, valor, competencia, agresividad, y siguieron siendo modelos de conducta por siglos para «los mejores», cuyo fin en la vida era mostrar una excelencia que justificaba su preeminencia, siendo la guerra el teatro definitivo; morir en el campo de batalla era el máximo honor, ser valiente y no retroceder jamás, hasta conseguir alabanzas y prestigio familiar por una muerte honorable.
También es relevante su visión desmitificadora de los dioses, tan humanos y falibles, en ocasiones superados por los intrépidos mortales. Con Homero, bajan a la tierra y no parecen tan fieros, resultado en ocasiones hasta pueriles.
«Los griegos civilizaron el mundo», escribió Chateaubriand, y es que dieron más poder y más fe en sus posibilidades a la humanidad; la relación con los dioses se flexibilizó, transmutándose de unos entes inalcanzables y severos que restringen la vida humana con unos preceptos oportunamente dictados por la clase sacerdotal, en inciertas y caprichosas divinidades con las que nunca se puede estar seguro de cómo afectarán a la humana fortuna, de si los actos propios agradarán o encontrarán a un dios encolerizado, lo que relativiza en buena medida los comportamientos.
Si queréis embarcaros en las naves aqueas y tomar rumbo a Troya, la editorial Gredos siempre trata bien a clásicos como La Ilíada.
Homero y la Iliada han estado definiendo nuestras formas de comportamiento y pensamiento, nuestros modelos a seguir, la forma de escribir y rememorar, por muchos siglos. Recordémoslos como merecen y esperemos, a modo de guiño final, que no sólo haya verdad y sabiduría en sus afirmaciones ya que si no: «los hombres se cansan antes de dormir, de amar, de cantar y bailar que de hacer la guerra…»
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Paco el valenciano says
Fantástico análisis, David. Leer la Ilíada o la Odisea en una buena edición (las de Gredos suelen ser la referencia) es uno de los grandes placeres. No se le llama épica en vano: las historias resuenan en la cabeza. Yo casi he abandonado la literatura actual por los clásicos reconocidos. Ahora estoy con Tucídides. No son lecturas fáciles pero son valor seguro, fuera de juegos editoriales, premios y modas. Y la lista es casi infinita, o al menos merecería más de una vida: los trágicos, filósofos, Heródoto, Jenofonte. Y si seguimos con Roma … Cicerón o la estupenda retahíla de historiadores latinos. Leer en papel y escribir con pluma, ¿será que me voy acercando a la tercera edad? Un saludo y enhorabuena por la página. Por cierto, sabes que esperamos que escribas algo similar acerca de la Odisea, ¿verdad? Pero sin prisa.
admin says
Me alegro que te haya gustado Paco. Lo cierto es que leer autores de otras épocas puede ser más enriquecedor, ya que aparte de lo que el libro transmite también podemos captar la diferente forma de percibir el mundo que ha tenido el ser humano a lo largo de los siglos, y esto es algo de lo que también podemos aprender, y mucho.
Por mi parte, ahora estoy centrado en «clásicos» más modernos: Joseph Campbell y Mircea Eliade.
Leer en papel y escribir con pluma ¡suena muy bien! Quizás simplemente se empieza a valorar la calidad y no la cantidad.
Tomo nota acerca de la Odisea, otro hito cultural que sigue resonando con fuerza. Un saludo y agradecido por compartir tus impresiones.