Ikigai es una noción japonesa que sirve como guía para llevar una vida más acorde a nuestros valores, gracias al cuidado de esa pasión/afición que ilumina nuestros días.
Hace unos meses descubrí este concepto y lo cierto es que desde las primeras pinceladas me pareció muy atractivo: encontrar y cultivar esa motivación que te impulsa a levantarte con alegría cada mañana. ¡Vaya!, es algo que no conviene olvida. Así que me decidí investigar sobre el tema y éste es el resultado.
Estamos hablando de una de esas doctrinas orientales que poco a poco se han ido abriendo paso hasta nosotros. Éstas, proponen una forma de ser y de pensar que parecen estar a una distancia sideral de las que nos rodean, pero de las que seguro podemos aprender acerca de cuestiones que occidente ha dejado un tanto de lado: espiritualidad, vida comunitaria o actitud contemplativa.
Aunque a primera vista, con el famoso diagrama de Venn que lo ilustra, parece referirse a una compleja combinación de factores, lo cierto es que «sólo» hace falta un cambio de perspectiva para acceder a la serena satisfacción que proporciona este camino.
¿QUÉ ES EL IKIGAI?
Dado que no tiene una traducción directa a nuestro idioma, se suele delimitar su significado con expresiones como: lo que anima tu vida, aquello que te hace desear que llegue el futuro o de forma más genérica, tu propósito.
En esencia es una disposición mental enfocada en la acción. Una suerte de brújula que nos llevará siempre en la dirección que, desde el sentimiento y la intuición, hemos elegido para transitar por la vida.
No se trata de plantearse/imponerse un gran objetivo en concreto. Más bien lo contrario: es un camino adornado con las pequeñas alegrías cotidianas que conforman una vida más plena.
CóMO identificar TU IKIGAI
En primer lugar habría que cambiar un poco los parámetros que rigen nuestra percepción para acercarnos más a los valores orientales, que son los que hacen florecer esta filosofía. Sobre todo, es necesario replantearse dos perspectivas firmemente asentadas en nuestro entorno:
- Desde el interior: frente a la búsqueda de la realización en el exterior (logros, bienes materiales, imagen social), hay que centrarse en dar brillo a nuestro mundo desde el interior; apreciando las maravillas que nos acompañan en cada momento… si las sabemos mirar.
- En comunidad: y no sólo lo dicen en Japón. Cada vez que leo algún estudio sobre la felicidad o la longevidad, la cuestión de la implicación con la comunidad, el sentir que se pertenece a algo superior a uno mismo donde entregas una parte positiva de tus energías, es clave para conseguir un poderoso motivo por el que vivir.
Ahora, con el filtro oriental puesto en nuestras gafas de ver la vida, podemos pasar a encontrar esa «complicada» intersección que resumiría lo que es nuestro ikigai y que resultaría en una actividad que:
- Se te da bien: seguramente destaques en más de una. No es algo limitante.
- Te encanta hacer: aquello en lo que se te pasan las horas sin darte cuenta.
- El mundo lo necesita: la naturaleza, la gente, necesita toda clase de experiencias-productos siempre que tengan un fin positivo.
- Te puede reportar beneficios: esto se puede entender de dos formas. La primera interpreta que cualquier afición, por insólita que sea, permite «ganarse la vida» a los que realmente se entregan a ella, compartiendo sus resultados con los demás. La segunda lectura es que cualquier actividad en la que tengas cierta destreza y beneficie a tu entorno, recibirá una recompensa que no tiene por que ser monetaria.
Hay autores que simplifican la búsqueda dándole una lectura ligeramente diferente al concepto. Así el sentido de tu vida estaría en la confluencia de tus valores, las cosas que te gusta hacer y las cosas para las que eres bueno.
Como ves, este primer paso no requiere tanto esfuerzo como claridad. Tomarse un buen rato (o incluso días) para tener un diálogo sincero con nosotros mismos y descubrir lo que realmente queremos.
Una vez hayamos meditado sobre estas cuestiones, hay que ponerse en marcha. Cómo decía, el ikigai es una guía pero también un estímulo para la acción. Se convertirá en el eje alrededor del que gire una vida repleta de sentido, aquella en que vivas alineado con lo que es realmente importante para ti.
CLAVES PARA SEGUIR TU CAMINO
Ahora que sabemos de donde partimos, ¿cómo podemos conocer la mejor forma de vivir acorde a nuestro ikigai? ¿qué claves nos guiarán por esta nueva senda?. Las mostramos a continuación:
- Prioridad: no abandones nunca esa actividad que te motiva al levantarte cada mañana. Si es el trabajo, continúa haciéndolo aunque llegues a una edad en que no te paguen por ello. El sentirse útil, el realizar una tarea que tiene un impacto positivo en la vida de la gente no tiene precio. Por ello, en Japón son contrarios a la jubilación como retirada de la vida activa/contribución a la comunidad.
- Dedicación: nuestra pasión no es un mero entretenimiento. Una de las claves es retarse a alcanzar la mayor perfección posible en su práctica y nunca dejar de aprender.
- Relajación: el ikigai no es algo estricto u opresivo. Es algo que fluye e irá cambiando a lo largo de la vida. No te pongas plazos ni presión. Trabaja cada jornada un poco (o mucho si así lo sientes) en tu afición y disfruta del camino. Vive.
- Comunidad: siéntete unido a quienes te rodean, tanto amistades con las que poder compartir los placeres de la vida como grupos enfocados a un objetivo común.
- Actitud: dedicarte a algo positivo, elegido por ti, desemboca en una actitud alegre y desenfada que hace que nuestras relaciones fluyan mejor. Riégalo todo de buen humor y no te tomes a ti mismo demasiado en serio.
- Agradecimiento: es cuestión de centrarse en las maravillas que nos rodean en vez de en las supuestas carencias. De dar las gracias. Si no eres feliz con todo lo que tienes, tampoco lo serás con todo lo que te falta.
¿Qué puede ser mi ikigai?
Cualquier cosa. En general son actitudes, actividades pequeñas y cotidianas, que no van ligadas a grandes exigencias ni estrés.
Tu camino puede ser recuperar viejas aficiones de la niñez o adolescencia; aprender astronomía, quizás salir al campo a diario para simplemente a pasear, respirar aire puro, observar las aves.
También te puedes plantear ayudar a hacer del mundo un lugar mejor: desde implicarte en una ONG a plantar árboles o promover una actividad o afición que te parezcan positivas.
CUÁL ES EL RESULTADO
Las investigaciones sugieren que vivir alineado con tu propósito vital se asocia frecuentemente con estilos de vida más saludables. Así, en el lejano oriente es habitual compaginarlo con prácticas como:
- Comer con moderación, pues sostienen que parar de comer antes de sentirse satisfecho es beneficioso para el organismo.
- Hacer ejercicio moderado. Un cuerpo en movimiento se siento vivo y fuerte.
Todo lo cual resulta en una vida más saludable, larga y feliz. En buena compañía. Un paso por el mundo que deja tras nosotros una huella ligera y positiva.
Cómo colofón, una bonita entrevista al respecto a uno de los descubridores del ikigai para occidente, Francesc Miralles.
Aquí os dejo un enlace a amazon con el libro de Francesc gracias al que descubrí todo lo que sé sobre Ikigai.
No está nada mal. Desde luego es una filosofía muy inspiradora que nos puede ayudar a interpretar nuestra existencia con una nueva luz.
Eso sí, su puesta en práctica requiere cierto esfuerzo de introspección y mucha voluntad para, en la mayoría de los casos, variar el rumbo de nuestras vidas, pero seguro que merece la pena.
Antes de irme cuéntame ¿habías oído hablar del Ikigai?, ¿practicas alguna otra doctrina para lograr esa serenidad y alegría que todos buscamos?
Nos vemos por estas páginas. Hasta pronto.
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