A la hora de escribir, nuestra capacidad de decir no se agota en las palabras. Hay todo un mundo, tanto material como de significados, que acompaña a este arte. Y ahí, el color tiene mucho que decir.
Sí, la escritura manual tiene arte. Es una práctica compleja que más allá de la mera función práctica alberga expresividad e ingenio. Las palabras que hacemos brotar transforman hojas en blanco en reflejos de nuestra mirada, de nuestro rostro, creando una imagen perpetua cual instantánea congelada de lo que somos… de lo que fuimos.
Pero aún hay más. No solo de recuerdos y significados se alimenta este arte visual, también el color tiene mucho que decir. La luz, los contrastes y combinaciones llevan un mensaje quizás tan potente como el de las palabras, aunque muchas veces no somos conscientes de ello.
Y es que gracias a que la escritura manual es una práctica íntima, no tenemos por que caer en la uniformidad que quizás conllevan expresiones sociales como la moda, que nos anima a acompañar el cambio de estación con su puñado de tonalidades que replican el humor meteorológico (y que son compartidas por la mayoría). Así, pardos y grises se adueñan de los meses más fríos, de recogimiento y preparación, que no darán paso a los colores alegres hasta que nos visite la primavera y el tiempo de florecimiento.
Nuestra afición, pues, nos permite relacionarnos con más libertad con nuestro entorno. Escoger. Habrá quién disfrute acompañando el cambio de ciclo con tintas o cuadernos de colores que «encajen» con esa estética compartida, mientras que ciertos inconformistas preferirán rebelarse contra las sensaciones cotidianas: al frío darle calor, a la tristeza alegría.
También seducen las combinaciones y los contrastes. ¿Qué hay de un cuaderno naranja con tinta azul?, también puede ser sugerente usar diferentes «sombras» de rojo para escribir un diario.
Eso por no hablar del disfrute en aunar color en pluma o bolígrafo, tinta, cuaderno… y quizás hasta de reloj que más de uno/a comparte.
No sorprenderá tampoco encontrar a quién elija una tonalidad propia, diferente, fuera de lo común, para sus escritos personales. Y ciertamente es algo fuera de lo común el procurarnos un espacio para la pausa, para aprender creando sedimento, sustrato, con nuestras vivencias, que será almacenado en unas páginas que quizás nos alimenten más adelante. El sepia, el morado o el color miel nos recordarán a primera vista que esas palabras fueron escritas para nosotros. Y quizás recordemos el por qué elegimos ese color, que sensaciones nos provocaron o queríamos transmitir.
¿Y tú, querido lector o lectora? ¿le das color a tus palabras, papeles, cuadernos… ? ¿no habías pensado en ello, o quizás ya lo venías haciendo sin percatarte?
Hasta pronto en éstas, vuestras páginas.
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