Las nuevas tecnologías han traído posibilidades impensables a nuestras vidas no obstante, como todo desarrollo humano, también tienen una vertiente negativa en forma de sobrestimulación y desconexión con «el mundo real». En este artículo repasamos distintos enfoques que nos pueden ayudar a tomar el control sobre el mundo digital y reconectar con lo verdaderamente importante.
En las últimas décadas hemos vivido una auténtica revolución en nuestra forma de vida de la mano de la tecnología. A veces no somos plenamente consciente de ello pero si, quienes ya hemos recorrido un cierto camino, recordamos nuestra juventud, encontraremos que el mundo que vivimos parecería por entonces pura ciencia-ficción.
Desde la telefonía a internet, pasando por avances en medicina, transporte, informática, inteligencia artificial, en fin, todos los campos que se nos ocurran. Las nuevas tecnologías han proporcionado grandes avances para la humanidad, haciendo de la vida algo más cómodo y seguro en muchos aspectos.
No obstante, como sucede cada vez que nos encontramos de improviso con nuevas y poderosas capacidades, con el tiempo empezamos a percibir que éstas pueden resultar tanto beneficiosas como perjudiciales.
Y resulta que las consecuencias indeseadas de dichos avances se camuflan gracias a valores ampliamente aceptados y promovidos en nuestra era digital:
- la inmediatez y abundancia de información
- la interacción social virtual
- el entretenimiento
- la multitarea
Todos ellos susceptibles de mejorar nuestra vida real, pero al mismo tiempo de llevarnos por caminos que precisamente nos priven de un relación saludable con aquella.
LAS SOMBRAS DEl mundo DIGITAL
Como alguien inmerso plenamente en esta «sociedad de la información», me siento asombrado por las capacidades de que nos dota y al tiempo preocupado por la falta de un manual de instrucciones que nos ayude a usarlas de forma adecuada. Recordemos que los primeros pasos de tecnologías poderosas, cuando aún no se conocen todos sus efectos, conllevan grandes riesgos.
Por ello, llevo ya un tiempo prestando atención a voces que desde diversos medios alertan sobre ciertos usos (o más bien abusos) del ecosistema digital.
Esto resulta especialmente evidente en el campo de la información y los productos audiovisuales, con resultados preocupantes:
- La inmediatez y abundancia en la producción y consumo de todo tipo de media; noticias, fotos, videos, textos, hacen que cada uno pierda gran parte de su valor debido a la facilidad de elaboración y la escasa atención prestada a cada uno.
- Perdida de capacidad crítica: consecuencia de lo anterior. Tal abundancia disminuye nuestra capacidad crítica y selectiva de lo reamente importante y veraz. En definitiva, nuestra opinión se mantiene en un estado de inmadurez fomentado por una avalancha de estímulos carentes de profundidad y coherencia.
- Adicción: ciertos productos de la nueva era, como las redes sociales, los smartphones o los videojuegos crean adicción, lo que se traduce en consecuencias negativas ante una «vida real», que irónicamente se puede llegar a convertir en un estorbo.
- Productividad y Multitarea: la presión por lograr objetivos en todos los campos de actividad; laboral, deportiva, social, nos estresa y nos priva de tiempo para discernir nuestras prioridades vitales. Aquellas a las que más tiempo y cuidado deberíamos dedicar. Además, parece claro que el ser humano no está preparado para enfocarse en dos cosas a la vez o pasar velozmente de una otra sin perder gran parte de la significación y los detalles de cada situación.
RECONECTAR CON EL MUNDO
Vista la problemática e identificados los peligros, es normal que hayan ido surgiendo diferentes propuestas para tener una relación diferente con las tecnologías (digitales y analógicas), siendo conscientes que éstas intermedian en buena medida nuestra relación con el mundo.
Algunas de estas llamadas de alarma y propuestas de solución provienen de ámbitos sorprendentes.
Así, no es ningún secreto que un número relevante de los famosos creadores de esta realidad digital (los llamados gurús de Silicon Valley) limitan en gran medida el contacto con ella en sus hogares, especialmente el de sus sus hijos. Sostienen que ellos son conscientes de sus peligros y prefieren que aquellos crezcan en un entorno más sano y natural.
En consecuencia, desde este ámbito han surgido discursos como el del ex gerente de Google Daniel Sieberg, que en su libro «La dieta digital» alerta contra el consumo indiscriminado de tecnología que en muchos casos se está realizando sin ningún tipo de medida, reflexión o pedagogía por parte de la sociedad.
En su alegato proporciona consejos para tomar el control y tener una relación más sana con el mundo digital. Unos pasos para empezar a tener conciencia de esa situación de dependencia pueden ser:
- Pasar un día o dos lejos de todo dispositivo y simplemente ver cómo es la vida (o cómo era).
- Ser conscientes (apuntando el qué, cuánto y porqué) de la cantidad de tecnología que consumimos a diario. Desde Netflix, hasta Tik Tok, pasando por Spotify, Endomondo o Twiter.
- Una vez hecho esto, diseñar una nueva relación con dicho entorno de una forma consciente y restringida, donde prime la calidad sobre la cantidad. En definitiva, sentir que nosotros controlamos al universo digital y no al revés.
También han surgido propuestas que buscan mitigar esta alarmante desconexión con el mundo real por parte de movimientos colectivos como el de Slowlife-Slowfood. Los cuales son especialmente críticos con ciertas problemáticas ya sugeridas:
- La falta de consciencia o criterio claro sobre nuestras prioridades provocada por la avalancha de estímulos.
- Resultado de lo anterior son las prisas y la ausencia de tiempo libre para hacer lo que realmente queremos, para dedicar tiempo a cuestiones realmente importantes.
Y es que en nuestra sociedad frecuentemente se asocia el éxito con la imagen de una persona constantemente ocupada y en tensión. Desde estos colectivos se preguntan ¿de qué sirve dicho éxito si no se tiene tiempo para la familia o para un café tranquilo? ¿si no se puede disfrutar de un paseo relajante por la playa sin el agobio constante de responsabilidades y plazos?
Por ello, para conseguir ser conscientes de nuestras decisiones y alinearlas con nuestros valores defienden la necesidad de tomarse un respiro, meditar sobre estas cuestiones y priorizar. Por ejemplo:
- Si nos preocupa el medio ambiente, tomar decisiones de consumo acordes; menos artículos pero de mayor duración, productos ecológicos y de cercanía así como de elaboración artesanal.
- Si tenemos una especial sensibilidad social, implicarse en alguna acción real o en una organización que la promueva.
- Tener claro qué aspectos de nuestra vida son más importantes/satisfactorios. Ya sea pasar tiempo con nuestros hijos o practicar yoga, para que ese tiempo se convierta en una prioridad.
Para enfrentar las prisas, las exigencias artificiales que nos autoimponemos, nos recuerdan que tenemos la opción de parar el mundo, nuestro mundo al menos, y disfrutar de una vida más fácil, tranquila y placentera. Ciertas decisiones que nos pueden ayudar son:
- Frente a los intentos de encajar un aluvión de actividades en nuestra vida diaria mediante sistemas de gestión de tareas o apps, tenemos la opción mucho más simple de eliminar tareas. Limpiar nuestro horario de lo accesorio. Trabajar en pocas cosas pero que amemos realmente, sin fechas límites, sin estrés.
- Precisamente una forma de lograr esa pausa para conectar más con la vida, con nosotros mismos, es la valorización de modos de hacer que tengan una relación diferente con el tiempo, más natural y pausada. Así la lentitud de la tecnología analógica o la concentración lograda con las artes manuales, nos permiten fluir con esa actividad de un modo que posibilita reflexionar, relajarnos y disfrutar del proceso.
Y es que, como cuentan Francesc Miralles y Héctor García en su libro «El método Ikigai» (una fuente inspiradora para este artículo y una obra que tiene mucho que aportar para avanzar en la reconexión con nuestros valores siguiendo la senda del Ikigai) en un país como Japón, que nos parece el paradigma de modernidad en muchos aspectos, ha surgido también con fuerza una (re)valoración de dichas propuestas analógicas, tecnologías slow (con pausa) que requieren una implicación más prolongada, cuidadosa, para así producir resultados únicos y de gran valor. Hay múltiples posibilidades, pero una breve introducción podría ser:
- Sí, soy parcial lo sé. Pero empiezo recordando que tomar notas o llevar un diario, en definitiva escribir de forma manual, obliga a ser más concreto y preciso con las palabras, a preocuparse por el aspecto estético de nuestra composición y a fomentar la imaginación.
- Tomar fotos con una cámara analógica conlleva pensar bien lo que se quiere retratar, buscar el encuadre y la luz deseada. Y luego queda revelar el resultado de nuestro meditado trabajo. Es como plantar una semilla que hay que esperar para ver crecer. Un concepto diametralmente diferente a sacar decenas de fotos con el móvil, ¿no es así?
- Escuchar música en un tocadiscos evita saltos continuos entre canciones, grupos o estilos. Tan sólo hay que prestar atención y paladear la grabación que está sonando.
- Y hablando de paladear. ¿Qué tal retomar la cafetera italiana en vez de usar cápsulas? Incluso podríamos moler el grano con un molinillo manual. Eso sí que es disfrutar las cosas con calma.
Termino declarando que no pretendo ser alarmista. Todavía quedan irreductibles que van con un viejo Nokia en el bolsillo, que no tienen cuenta en redes sociales ni libro electrónico.
Hay todo tipo de situaciones y grados de uso de productos digitales, pero también es fácil encontrar ejemplos de personas para las que dicha relación parece estar restando más que sumando. En ese caso, solo con un poco de esfuerzo se puede cambiar a una dinámica en la que tendamos a aprovechar básicamente el lado positivo de la tecnología.
Termina aquí un artículo que he disfrutado especialmente preparando porque conecta de lleno con el espíritu, con la misión de este sitio.
Y es que para mí, la escritura manual es precisamente una puerta de entrada a ese mundo más calmado, de satisfacciones íntimas y cuidado por el detalle que nos permite reconectar (y desconectar).
Simplemente escribir, tejer, componer, pasear. En ese momento no hay nada más.
¿Y tú querido lector/a, qué impresiones tienes sobre esta oposición entre actitud digital y analógica?, ¿qué es lo que te hace a ti realmente disfrutar y olvidarte del paso del tiempo?
Nos vemos por estas páginas, que son también tuyas.
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